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Mostrando las entradas de octubre, 2010

Irse acostumbrando...

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Muy cerca de mi casa hay un lugar donde venden unas salchichas asadas de fábula, las cuales me parecieron una maravillosa alternativa para comer el día de hoy. Lo primero que pensé fue: "ahhh mi papá no ha comido de esas, le voy a hablar para ver si comemos juntos" Y entonces recordé que mi papá falleció el sábado. Son esos detallitos los que materializan las ausencias, los que las transforman en pesados zapatos de cemento que nos regresan a la realidad. Aquí tengo su caja de los Beatles que ahora es mía, las almohadas que ya no pude llevar al hospital y los cuadernos de crucigramas que nunca usó. Ya no llegó al partido de los packers vs. los vikings, y nunca pudimos ir a Nueva Orleans a oír jazz. La vida nos ganó. Mientras sucedía toda la peripecia de los hospitales, todo me pareció una eternidad, pero ahora que ya pasó, siento que todo ocurrió en un parpadeo. 50 días se esfumaron. Lo cuidé todo lo que pude, lo abrace igual, lo procure, y ahora lo extrañaré. De eso se trata

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Estaba listo para un montón cosas: para las enfermedades, para las operaciones, para las llamadas de emergencia a media noche, para dormir en el piso de las salas de espera, para las sosobra de los informes médicos, para cambiarle los pañales, para ver sus terroríficas curaciones, para la burocracia del sistema de salud mexicano y etc. Para lo que no estaba listo era para verlo perder su cordura. Mi padre ya no distingue lo que vive de lo que sueña. Ya casi no habla, y lo poco que dice son incoherencias, fabricaciones de una mente extraviada. Ya no sabe donde esta o que año es, o que pasó hace 10 minutos. Yo trato de seguir su platica, y decirle que si, que llegue a Querétaro en taxi, y que tendré cuidado en el camino de regreso, y que no se que hará con toda esa carne para el asado... y que no esta en un hospital, que si puede caminar y que no es un pañal eso que trae puesto. Luego algo pasa y por un instante recuerda donde esta y se queda callado, con la mirada extraviada en la venta

Sorpresa sin sorpresa 2

Supongo que las primeras 24 horas fueron particularmente complicadas. Cada vez que voceaban mi nombre y tenia que subir los 2 pisos al quirófano sentía un agujero enorme en el estomago y me preparaba para ese discurso de "hicimos todo lo que pudimos....". Pero contrario a todos los pronósticos ( y a los no pocos "errores" del IMSS), mi papá no se murió en la primera operación... ni en la segunda... o la tercera... ni en la cuarta. 30 días y 4 hospitales después sigue ahí, como una velita que se va apagando poco a poquito. Cada día los doctores nos dicen lo mismo: Que su corazón esta muy mal, que sus pulmones ya son solo un adorno, que todo el sistema circulatorio esta profundamente comprometido y que en cualquier momento pueden cortarle ambas piernas, que su hígado ya no funciona, que puede tener ataques de demencia, etc. Lo mas duro es que después de esos maravillosos discursos uno debe volver al cuarto a platicar con el moribundo que no parece moribundo (salvo po