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Mostrando las entradas de julio, 2009

The things we make...

Muchas veces la música es una compañera fugaz, como una novia que tienes en vacaciones: Hay un momento en el que todo vibra y tu vida se ilumina, luego ese momento pasa y cada quien continua su camino. Justo asi pasa con algunas canciones. Algunas te toman por sorpresa, te intoxican, te enamoran. Las escuchas un millón de veces en un millón de situaciones y con un millón de amigos, Y pasado el tiempo dejas de escucharlas. Seguramente cuando las reencuentres te traeran muchos buenos recuerdos y tu corazón bombeará un poquito más rápido. Basicamente, cuando compras un disco estas comprando recuerdos o la posibilidad de generarlos alrededor de una tonada. Y esa es la razón por la que me frustra tanto no tener un disco cuando lo quiero. Las canciones deben tener un momento especifico en tu vida. No es lo mismo descubrir ahora en el 2009 que Nirvana era una banda de huevos, a haber tenido la posibilidad de compartir con tus amigos "Smells like teen spirit" en el estacionamiento de

Abstinencia o indigestión...

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Un estimado amigo mío originario del centro de Europa occidental tiene la extraña costumbre de dejar de comprar discos de artistas cuyo ultimo material le ha parecido sublime. Por ejemplo: sí el Little Earthquakes de Tori Amos le pareció una obra maestra, ya no comprará ni el Under the Pink ni el Boys for Pele, por temor a que las nuevas canciones no sean tan buenas como las anteriores. Es una costumbre un tanto extraña, que supongo se debe a venir de un país sin salida al mar, y me llama la atención básicamente porque generalmente yo opero de la manera inversa: cuando a mi un disco me fascina, busco esa fascinación en el resto de la obra del artista, escucho cada disco en busca de ese fenómeno irrepetible, hasta entender que cada disco justo eso es. Resumiendo, el acercamiento de mi amigo al fenómeno musical me parece más sano, seguro, eficiente y estricto y definitivamente menos exhaustivo. El problema es que a veces, este enfoque disciplinado de la melomanía hace que te prives de

Alta Fidelidad

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Hay libros que son adaptados a la pantalla de manera exitosa, no me refiero al éxito comercial, sino al logro artístico, a las relecturas que aportan una nueva dimensión al texto. Creo que High Fidelity de Stephen Frears (2000) es el ejemplo perfecto de cómo puedes darle en la madre a un libro maravilloso intentando hacerlo película.  El libro de Nick Hornby, profundamente británico y deliciosamente obsesivo es un placer de la primera a la ultima pagina. Repleto de monólogos reflexivos y divertidos giros de tuerca va construyendo capitulo a capitulo un protagonista complejo, interesante, verosímil. Su vida parece posible, sus relaciones interpersonales se aprecian reales y sus decisiones de vida se sienten consecuentes o inconsecuentes, pero orgánicas. La película no logra nada de esto. Desde la primera secuencia uno quiere desollar vivo a John Cusack, antipático e insoportable en su interpretación estúpida e iracunda de Rob, hablando a cámara todo el tiempo, en un fallido intento por

¡¡¡Dios mío, Dios mío! ¡oh Dios, mío Dios mío!!!

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Hoy fue anunciada la portada del nuevo sencillo de Shakiriux.... Amables lectores, compartan su opinión. A mi la Gestapo no me deja publicar mis primeras impresiones... ni las segundas.... ni las terceras... ni las que cruzan mi mente justo en este instante. Pero definitivamente esta foto abre un sabroso tema de discusión. Así que no olviden dejar sus comentarios, que potencialmente podrían ser usados en la próxima entrada.