Sólo otro día...
Al calor del furor de lo que los doctores gringos han venido a bautizar como “ La epidemia de la gripa de la puerca” vino a pasarme algo verdaderamente extraño: terminé en un hospital de beneficencia, y todo por culpa de mi santísima madre. El asunto sucedió como sigue: Estaba yo en mi casa, con mis provisiones listas y mis barricadas aseguradas contra el posible ataque de zombies infectados con influenza, cuando el teléfono sonó. Al otro lado mi madre me contaba cómo se le había hecho buena idea ir el día de la pandemia al Hospital de Nuestra Señora de La Luz a que le revisaran una catarata en el ojo derecho, esto a pesar de que ya tenia agendada una cita para ir con un oftalmólogo particular el sábado… en fin, la lógica de las madres es la cosa mas ilógica. Lo que no se le ocurrió a mi sabia progenitora fue que tras los diversos estudios que le practicarían en la clínica, sus posibilidades de manejar de vuelta a casa eran del 0.00000000000002%, así que aquí estaba ahora tratando ...