Estoy en casa
Yo lo elegí por la vista y la pioja escogió las cortinas….
Hay una escuela a media calle, por lo que todos los días a las 6:50 am, salvajes claxonazos propagan el animo apurado de las señoras en troka, y el descontento de los microbuseros que padecen la falta de pericia de esas mismas señoras para estacionarse correctamente.
Minutos después sigue la vecina de arriba, que por alguna razón va todos los días al trabajo calzando suecos. Su perro de garra larga larga salta y ladra para despedirla. Cuando el perro se calla la secadora de pelo de la pioja inicia su recital matutino, luego viene el mister del gas que grita “Chaaapuuuultepeeeeec” con una voz cavernosa y melancólica. Después… sabroso silencio y la cama para mi solo.
Desde la cocina se ve la escuela de natación que esta a la vuelta de la casa: hay un letrero que versa “no se haga pipí en la alberca” . El agua se ve calma y cristalina, su movimiento irregular relaja y si no hay gaseros ni sinfonía de claxons puedes oír el delicado chapuceo del agua golpeando contra las paredes de la alberca… y es entonces cuando me dan ganas de nadar….o de ir al baño.
El baño de mi casa nueva me gusta porque los azulejos son… azules (oh yeah!). Me choca cuando son de otro color, porque entonces ya no les puedo decir azulejos.
Todavía siento como si estuviera de vacaciones, o en un limbo extraño, aunque según acomodo mis posesiones empiezo a sentir la conexión con el terreno. Aun no tenemos cable o Internet, por lo que he tenido la posibilidad de ponerme al día con la tele abierta, y después de muuuuchos años de no verla, puedo declarar que sigue siendo una cosa terrible. Nunca mas me quejaré del cable. Afortunadamente compré “El show de Benny Hill” en dvd y lo he gozado en la medida que el doblaje lo permite. Y ya voy a acabar “Sauce ciego” de Murakami, que no esta nada malo, y me sirve de calentamiento para el nuevo de Klosterman que espero con ansia salvaje.
No pude traer mi batería, ella se quedó en la otra casa. Es de lo que mas me dolió desprenderme… y es lo único que me pone triste de mi nuevo hogar. Pero estoy seguro de que en cualquier momento algún vecino ruidoso me va a dar justificación y pretexto para traerla a vivir conmigo. Las guitarras si vinieron, ahora lo que necesito es un ampli con salida de audífonos.
Por algún extraño fenómeno acústico, todo en esta casa se escucha pasado de graves: La tele , el estereo, la compu, los cepillos de dientes, incluso la secadora de pelo suena como con megabass. Empiezo a creer que este fue el hogar de Barry White, o cuando menos de Alberto Vázquez.
La casa se siente todavía un poco vacía, lo que hace falta ahora es que vengan ustedes a conocerla para que la llenen de anécdotas nuevas. Nada mejora más una casa nueva que un gran grupo de sonrientes amigos.
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