De los objetos que se vuelven familia
Es el 2007 y hay escarcha adherida a los cristales del auto, un Citröen C4 que recorre Navarra a altas horas de la madrugada por un estrecho camino de dos sentidos. La niebla cubre por completo la carretera, por lo que manejar se ha vuelto más un acto de fe que una destreza. De cualquier manera, el conductor no es diestro, y si en algún momento lo fue, el alcohol se ha encargado de diluir cualquier rastro de pericia. Yo vengo en la parte trasera del auto, acomodado entre cases metálicos, con la cabeza apoyada en la ventanilla, tratando de olvidar que apenas hace 2 días estaba tumbado en cama con una fiebre feroz y la certeza de que había excedido mi cuota de malas decisiones en la vida. ¿Cuánto hace que habré tenido otro accidente de carretera con esta misma gente? ¿Un año? ¿Dos?... He perdido la cuenta y el interés. Mi atención esta concentrada en el guapísimo ipod que fielmente me ha acompañado todo el viaje. Common Reactor de los Silversun Pickups es lo que suena. Sin queja me acompañó las 6 horas de carretera y las 12 horas de avión que siguieron. Ni siquiera tuve que ponerlo a cargar. Superó sin chistar su complicado bautizo de fuego y me hizo ignorar malos ratos y compañías.
3 años después, cuando mi papá se enfermó, me dejaba oír a Los Lemonheads todas las noches que me tocó dormir en el piso del hospital de La Raza. También podía jugar solitario afuera del quirófano.
Cuando la pioja y yo fuimos a Playa del Carmen, nos deleitó con el Storytellers de Tom Waits, y en Los Angeles pude dormirme escuchando el Hombre Lobo de los Eels. Apenas hace un par de meses nos dejó escuchar el sensacional soundtrack de Jackie Brown regresando de nuestro viaje a San Rafael, Veracruz.
La gente se ha mudado a los smartphones para oír su música, abandonando poco a poco sus ipods. Pero yo soy un tipo que siempre ha creído en la fidelidad, así que aunque mi teléfono puede almacenar música, sólo lo utilizo para comunicarme. Y aunque tengo otros ipods, que en su momento han fallado y uso sólo para correr, el único al que considero miembro de la familia es este galán de 80 gb que jamás me ha dado lata.
Todavía tengo el calcetín que me regalaron los Fuentes para que no se rayara... ese calcetín también ha viajado harto.
6 años después, ha llegado el momento de cambiarle la batería. Es lo menos que puedo hacer después de toda la dicha que me ha traído. Lo único que necesito ahora es encontrar al medico apropiado para su transplante. No puedo poner su integridad en las manos de cualquier hijo de vecino.
¿Alguien sabe con quien atendía sus dispositivos Steve Jobs?
Comentarios
Gracias por los buenos deseos!!!