Todo lo que Radiohead no es, Vol.-2

No se si es una decisión personal, una cuestión de estilo, bloqueo o pura impotencia, Pero Thom Yorke "no quiere" o "no puede" escribir melodías pegajosas. Aun Conor Oberst en sus momentos más verbilocuentes e intrincados tiene el mini gancho que te atrapa. Radiohead ya no. Es como si de repente fueran alérgicos a los hooks. Y no los culpo, ahora que la música Pop se escribe vía comité y hay la obligación comercial de tener un gancho cada 30 segundos, se entiende que quieran mantenerse alejados de todo ese asunto. Radiohead no es una maquina de hooks
Lo que sorprende es que sigan teniendo el appeal de un grupo de Pop y los descerebrados se acerquen y veneren villamelonamente a la banda con el fin de sentirse interesantes: Como cuando alguien dice que le gusta Pink Floyd pero posee discos de DJ Tiesto. Y ahí van los villamelones, a crear amontonamiento,  a atascar los conciertos, a  hacer sus hashtags quierememundo,  a arruinarle la experiencia a quien va a escuchar... horrible...
El único consuelo en toda esta situación es que Radiohead no ha renunciado a la belleza. Salvo el fiasco-cashcow de King of Limbs, uno puede esperar siempre al menos un par de momentos de extrema belleza en la música de la banda de Oxford, una frase que se cuela en la cabeza, que se queda guardada en la memoria, no como un hook musical, sino una idea que echa raíces en la imaginación.
A Moon Shaped Pool es el mejor ejemplo de esto. Cada pieza del álbum posee complejidad y una personalidad única. Thom Yorke echó mano de viejas canciones para juntar las obligadas 11, tal vez para hacerle un guiño a los seguidores de otra época, tal vez porque sentía que hacían falta "Canciones" en el disco, vaya usted a saber. El caso es que por primera vez en muchos años, este material realmente se siente como un álbum Y/O como una colección de canciones que puedes disfrutar sueltas.
Casi siempre hay un millón de sonidos ocurriendo al mismo tiempo (gracias, Nigel Godrich) pero de alguna forma todos funcionan en conjunto, tienen una razón de coincidir, mérito al ingeniero, (gracias Nigel Godrich) y a Johnny Greenwood, que se la pasa componiendo música experimental contemporánea por encima de las canciones de Thom Yorke.
A Moon Shaped Pool amerita una entrada sólo para su reseña, y su propia semana para ser celebrado (que ahora mismo está siendo ocupada por The Getaway de los Red Hot Chili Peppers) pero creo que está sincronía es lo que motivó esta entrada: el lanzamiento físico de A Moon Shaped Pool coincidió con The Getaway, ambos salieron el 17 de junio del 2016, y son el mejor ejemplo de 2 hermosos discos en lados opuestos del espectro: The Getaway suena a Californication y a By the way y a One Hot Minute y a Blood Sugar Sex Magic, es decir, si en tu juventud disfrutaste esos discos o ahora de mocoso roba-música te gustaron, seguramente vas a disfrutar el nuevo álbum, porque el sonido es el mismo, porque las letras son similares, porque la estructura de las canciones es prácticamente la misma. Con Radiohead, si te gustó el The Bends, seguramente vas a repudiar el King of Limbs o no vas a entender el Kid A, si alguien ajeno a la banda es presentado con cualquiera de estas opciones, va a tener un rato difícil tratando de entender que es la misma banda, con los mismos integrantes y salvo dos discos, el mismo productor durante décadas. A que voy con esto: hay dos ofertas en el espectro, el que apela a la nostalgia y el que apela a la vanguardia. Ambos son valiosos, por una parte quieres volver a sentir lo que experimentaste la primera vez que escuchaste Soul to Squeeze, pero ser sorprendido con algo nuevo, distinto, complicado e interesante es igual de fascinante.
A veces no entiendo lo que Radiohead hace, y me desespera su pereza y/o codicia disfrazada de newageismo pero que son una banda interesante, no lo voy a discutir. Mas cuando pueden generar chuladas como esta:




Dreamers, they never learn, beyond the point, Of no return...
Cuanta belleza.

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